Podemos intentarlo de nuevo





Y lo ví. Allí estaba, sentado junto al que iba a ser mi marido en unos pocos meses. Tan galante como siempre, tan apuesto como lo recordaba. Tan doloroso como cada último suspiro. Me acerqué lentamente, con mi vestido rojo. Nunca habría imaginado que sería él. Vale que estábamos en la ciudad donde él vivía pero la probabilidad que él fuera a ser el abogado que iba a gestionar todos los trámites para la nueva empresa de Jack, era bastante improbable. 

Conforme iba avanzando, vi como su cara cambiaba conforme se daba cuenta de que era yo realmente. Mis piernas temblaban pero no dejé que el miedo me paralizara. Lo había superado, o eso creía en aquel entonces. Cuando estuve en la mesa que ellos ocupaban, besé la mejilla de mi prometido y me senté.

- Hola, Erik. ¿Qué tal te va todo? - pregunté sin vacilación. Jack estaba sorprendido. Su cara era un verdadero poema.

- Perdona querida. ¿lo conocías ya? - me preguntó mi futuro esposo. 

- Sí, por supuesto - Y lo miré expectante, con una media sonrisa. Estaba disfrutándolo viéndolo sufrir. Era un verdadero espectáculo.

Un silencio se hizo en la mesa. Jack tenía el ceño fruncido y era la primera vez que lo veía fuera de juego ante una situación. Él  no era de las personas que se dejaban intimidar.

 - Pues... La verdad, no me puedo quejar. Me va mejor que nunca - contestó Erik.

- Si no es indiscreción, ¿de que os conocíais? 

- Querido, él era amigo de mi hermano. Estuve en su casa un tiempo, ¿recuerdas? Ese del que estuve enamorada pero me mintió. Poco antes de conocerte - respondí. Quería llevar al límite a Erik, a ver como se las apañaba

Él me miró estupefacto. No sabía controlar la situación. Nunca lo había sabido. Así que tenía que salvarlo, como siempre, una vez más.

- Pero querido, no te preocupes por las banalidades del pasado. Es ante todo, un buen abogado - le giré la cara y le posé un ligero beso en los labios. Erik, ante esto, carraspeó.

La velada, transcurrió tranquila, sin incidentes hasta que el móvil de Jack sonó. Se disculpó y salió a atender la llamada. Erik me miró intentando valorar que sería mejor decirme después de cuatro años, tanto dolor y mentiras.

- Y... ¿te trata bien, te cuida y te ama? - preguntó con la mirada baja. Al verlo con esa expresión de abatimiento, los muros fueron cayendo. Esos que había construido cuando me marche de su vida. 

- Pues, no me puedo quejar. Es bueno, amable, atento y no me miente - Esto último lo dije por él. Quería hacerle daño, quería devolverle todo ese dolor que sentí cuando descubrí su traición.

- Melissa... siento lo que paso. Fue un error que he pagado estos cuatro años - sus ojos brillaban. - Lo siento de verdad, cada día de mi vida me he arrepentido de lo que sucedió. Sé que fui un imbécil en aquel entonces y me gustaría pode...

- Erik, basta. ¿ Me estas proponiendo arreglar las cosas? - pregunté sorprendida y enfadada - Erik, no me has llamado ni una sola vez en estos cuatro años. Pasé noches enteras llorando, esperando una llamada, una señal o yo que sé qué. No tienes derecho a irrumpir en mi vida de nuevo y pedirme que lo abandone todo por tí - me levanté y me dirigí a la salida y cuando llegué a ella, me comunicaron que Jack había tenido que abandonar el restaurante por motivos laborales. En él era algo normal. Citas y citas conmigo las había tenido que abandonar por su estúpido trabajo. 

Erik me siguió porque lo oí acercarse hacía mi. Una lágrima empezó a caer sobre mi mejilla cuando él me cogió por el hombro. Su contacto me hizo estremecer. Él era el único hombre al que había amado con todo mi ser.

Me giró y me miró a los ojos. Estuvo a su unos pocos segundos antes de quitarme la lágrima que bajaba por mi mejilla.

- Melissa, no te he dejado de amar en todo este tiempo. Sigues siendo todo para mí, aunque aquella noche me equivocara. Aunque confundiera lo que sentía, hoy sé cuanto te amo y cuanto te necesito.

Su cara se acercó a la mía y sus labios se posaron lentamente sobre los míos. Su beso fue dulce, cálido y me hizo recordar lo se sentía al ser suya. 

- Podemos intentarlo de nuevo. Esta vez sin mentiras, sin secretos. - me dijo con una mirada suplicante.

Yo estaba paralizada. Mi mente no regía. Pero sin saber porqué me lancé a sus brazos y lo besé de nuevo. Mi único pensamiento era que aquel sería mi último beso con él, aunque me doliese.


Y una parte de  mi  sabia que aquello que me repetía a mi misma, era una burda mentira. 








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